La salud en tiempos del corona
Opinión: Lic. Alejandro Irurzun, Docente de la UBA,
Esp. en Salud Mental Comunitaria
La
prevención es lo primero
Dice un dicho popular: "más vale prevenir que
curar". Aquellos países que ponen el acento en implementar políticas de
prevención antes que de asistencia; ganan en salud y ahorran en recursos
económicos que pueden destinar a otras necesidades: alimento, vivienda,
trabajo, educación, cloacas, etc. Es decir que en salud, la política correcta
no es gastar sino invertir.
Las decisiones políticas en nuestro país casi siempre
han sido definidas desde los países que detentan el poder. El asistencialismo,
la aparatología de alta complejidad, las campañas preventivas ineficaces, los
medicamentos, etc. responden a un solo objetivo: la dependencia.
Los recursos para la salud de nuestro Pueblo (60%
debajo de la línea de pobreza) los define el Banco Mundial a través de los
organismos internacionales. La enfermedad es rentable.
La prevención para disminuir considerablemente la
enfermedad inherente a la vida humana nos daría una autonomía que debe ser
evitada a través de la cooptación de las voluntades de políticos y
funcionarios. Ellos son los que definen las políticas sanitarias, económicas y
culturales nacionales.
Las políticas actuales no reconocen el derecho de los
ciudadanos a la salud. De lo cual se desprende que los bienes materiales valen
más que las personas. La situación mundial nos muestra que el 1% de la
población mundial posee más riqueza que el 99% restante.
Toda
salud es pública
La pandemia -en tanto hecho crítico con impacto
masivo- plantea la necesidad de planificación desde el Estado; que es el actor
que debe ser eficaz a la hora de enfrentar la situación colectiva. Los sectores
de la seguridad privada y de la seguridad social deben supeditarse a las
políticas que defina nuestro Estado.
Toda salud es pública. En este sentido, tenemos una
primera línea de respuesta con la que el ciudadano cuenta -lo sepa o no- puesto
que es su Derecho. Se trata de la Policía, los Bomberos, los Camilleros, las
Enfermeras, los Ambulancieros, los Médicos, los Trabajados sociales, el Personal
de maestranza y de nosotros, los Psicólogos.
Orientar con dignidad
Es esencial que el efector de salud tenga muy
presente que su intervención ante la persona que acude en situación de alerta
debe ser ante todo profundamente humana (contener y no precipitar respuestas
porque el que acude quizás no esté en condiciones de escuchar).
El profesional debe contribuir a que el que acude sepa
que no está enfermo. Es “su salud” la que lo lleva a pedir ayuda.
La información debe
dar respuesta accesible
y clara a propósito de la necesidad de orientar sobre qué acciones debe tomar
frente a la incertidumbre que atraviesa.
Es imprescindible escuchar al otro, no subestimando
su saber e imponiendo el nuestro como si fuera mejor; a riesgo de quitarle
fuerza en una situación de alta vulnerabilidad que en general lleva a no
reconocer los potentes recursos de salud que posee. Si llegó vivo y en situaciones
difíciles, es porque tiene conocimientos que ya posee (el barrio, la familia,
la sociedad de fomento, los clubes, etc.).
El reconocimiento a la Dignidad del que acude (que no
está en la posición de paciente; sino de activo partícipe responsable de la
situación colectiva) es esencial para que el acto de salud se base en el
respeto.
¿Sobran
seres humanos?
En el año 2006 en unas jornadas de trabajo
comunitario en Mendoza, José De Luca (pastor de la iglesia metodista argentina)
nos decía: "el mundo está
diseñado de tal manera, que sobran las dos terceras
partes de la población mundial".
En medio de la situación que atravesamos,
“las mayorías” no tienen el tiempo suficiente para esperar la satisfacción de
sus necesidades básicas tales como comer, llevar el sustento a su hogar, vivir
en un lugar habitable, y tener medicamentos. Se trata de una dramática
encerrona: ¿si respeto la cuarentena pongo seriamente en riesgo la vida de mi
familia o si no la respeto cometo un delito?
Esta encrucijada adquiere las características propias
de una verdadera paradoja. Las paradojas no tienen solución. La acción
inmediata del Estado aquí es determinante para prevenir situaciones que pueden
evitarse, pero solo si éste, cumple su función de asistir a los más necesitados
a través de planes de asistencia de todos los tipos que sea necesario.
Esto significa que los sectores sociales más
acomodados económicamente, deben participar a través de actos solidarios que
impliquen renuncias que dan cuenta de la justicia y de la equidad con nuestros
semejantes. Dichos actos deben basarse en el Bien Común de las mayorías y no a
las prebendas de las minorías. El Estado debe accionar para que prevalezca la ética
del amor sin esperar espontáneos gestos caritativos. De no ser así, prevalecerá
el habitual "sálvese quien pueda". Sólo el Estado puede garantizar
que estas políticas sociales se implementen.
Se trata de la Justicia que nombra nuestra
Constitución Nacional. El poder de administrar los recursos productivos los
define el Mercado o los define el Estado. No hay tiempo para que el sector de
la salud sea un simulacro. Es la Vida de las Personas la que está en juego a
riesgo de que naturalicemos la exclusión social: siempre frente a los
acontecimientos críticos pagan más, los más vulnerables.
Saber acompañar en el último tramo del camino
La evolución del mamífero superior de sangre caliente
(vulgarmente llamado ser humano) da cuenta -según serios estudios arqueológicos
y antropológicos- que aquellas sociedades que han seguido cuidando a sus
miembros más vulnerables, han sobrevivido. Es decir que el cuidado es una razón
fundamental para la supervivencia de la especie.
La Cultura es una construcción (hasta lo que sabemos) eminentemente humana que hoy -a
diferencia de los Pueblos llamados Primitivos- está determinando (con su
dramático descuido por los bienes naturales) su autodestrucción.
Ni el planeta ni el resto de los seres vivos; nos
necesitan. Somos nosotros la especie que depreda y que no hace falta para que
la Vida continúe.
Los hombres inventamos relatos sobre la realidad para
poder soportarla. Los más comunes obedecen a nuestras sombras y a nuestros
miedos: la falta de amor, la necesidad de dominación, la falta de alimento, la
necesidad de seguridad, la naturaleza, la muerte. Otros son la esclavitud, la
monarquía, dios, el dinero, la moral, la sexualidad, etc.
Es preciso detenernos en un tema muy caro a los seres
vivos: somos mortales. Venimos y nos enteramos pronto de que el viaje es sólo
el tramo que va de un aleteo (los brazos de Mamá) a otro (los brazos hacia los
que se fueron antes que nosotros).
El relato que inventamos en relación a la muerte
inevitable de nuestros seres queridos, es que cuando llega el momento de partir
necesitamos realizar ceremonias y rituales en forma colectiva. La honra y el
amor comportan la necesidad de acompañar en el último tramo y despedir con el
cuerpo presente y en comunidad al ser con el que compartimos nuestra vida y que
se "nos va" para siempre.
La pandemia nos confronta con la necesidad de crear
otros nuevos relatos para los asuntos de siempre: el sentido de nuestra
existencia, los vínculos, la cotidianidad y el sufrimiento.
No es la primera ni la última situación límite que la
especie debe enfrentar a lo largo de su historia: epidemias, guerras y
catástrofes naturales.
Veremos si estamos a la altura de las circunstancias
y en vez de que prevalezca el individualismo autodestructivo, se imponga la
ETICA DEL AMOR.
La mayoría de los seres humanos deseamos vivir en paz
para poder amarnos y trabajar.
Que así sea.
Nota:
Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor.
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